Jodee Burton, una maestra de preescolar jubilada que ahora ayuda a su esposo con su negocio de explotación forestal, vive en un rincón apartado de la Península Superior de Míchigan, un estado que se ha visto envuelto en una batalla partidista sobre cómo responder a una pandemia que ha ocasionado la muerte de casi 7000 personas ahí y a casi 200.000 en todo el país.
Burton, de 63 años, madre de tres hijos adultos, no está convencida de que haya una crisis y es evidente que no está contenta con los esfuerzos de su gobernadora, la demócrata Gretchen Whitmer, quien ha exigido a algunas personas que usen cubrebocas o limitado los lugares para la recreación y el trabajo.
“Solo se han presentado tres casos en el condado de Luce y conozco a los tres”, dijo Burton, cuyo perro lleva un pañuelo de la campaña de Trump en vez de un collar. “Tienen maridos y duermen con ellos todas las noches y ninguno se enfermó”.
Desde la resistencia a usar cubrebocas y el menosprecio por la ciencia del coronavirus hasta la predicción de la inminente llegada de una vacuna, mientras minimizan el número de muertos, el presidente Donald Trump y una cantidad considerable de sus simpatizantes han cerrado filas de manera enfática en torno a una realidad alternativa que menoscaba una tragedia en la que ha muerto un número abrumador de estadounidenses y que ha destruido la economía.
Esta mezcla de negación y desafío va en contra de la abrumadora evidencia sobre la propagación y la cifra de víctimas del virus, y está en el centro del esfuerzo de reelección de Trump, ya que la votación temprana comienza en Minnesota, Virginia y otros estados. Es una perspectiva compartida entre sus más leales partidarios y fomentada por muchos de sus aliados tanto en la política como en los medios de comunicación de la clase dominante.
Hasta cierto punto, esta perspectiva refleja los resentimientos de los estadounidenses que viven en regiones del país, como el norte del estado de Nueva York y la zona alta de Míchigan, que han quedado relativamente intactas ante los avances del virus pero han tenido que soportar drásticas medidas derivadas del cierre de empresas que han dejado a muchos residentes confinados en sus casas sin trabajo ni ingresos.
“La gente que necesita refugiarse en un lugar debería hacerlo, pero no creo que eso deba arruinar la economía”, dijo Karla Mueller, republicana y cuidadora de una iglesia que reside en Fond du Lac, Wisconsin. “Me parece que ha arruinado los pequeños negocios de mucha gente. Simplemente, no creo que eso sea necesario”.
Sin embargo, también es un resultado directo del mensaje de mirar hacia otro lado que el gobierno de Trump ha enviado con creciente urgencia, según dicen los encuestadores y estrategas, ya que Joe Biden, el candidato demócrata, supone un fuerte desafío para su reelección. Trump ha hecho un llamado en Twitter para “LIBERAR” los estados que han impuesto órdenes de quedarse en casa, ha amenazado con retirarle la ayuda a los gobernadores demócratas y ha menospreciado a los profesionales médicos que han desaconsejado el uso de tratamientos médicos no comprobados y la reapertura prematura de las escuelas.
Trump también ha atacado a las comunidades que se resisten a reabrir las escuelas y los negocios, y sugirió que el recuento de muertes es exagerado o principalmente un problema de los estados demócratas.
Los críticos del presidente dicen que su estrategia de confrontación ha impedido que el país forme un consenso sobre cómo luchar contra la peor crisis de salud pública en más de 100 años.
“La emoción, la pasión… se han salido de control”, dijo la representante demócrata de Míchigan Debbie Dingell, quien señaló dos episodios violentos en su estado que derivaron de desacuerdos sobre el uso de cubrebocas. “Hay gente que ha recibido disparos y ha sido asesinada. Un guardia de seguridad en una tienda de todo a un dólar. Hubo otra pelea en Walmart. Esto es una locura”.
“Honestamente, el meollo del asunto es que, si el presidente usara cubrebocas, salvaría más vidas de las que nos podemos imaginar porque es un líder”, dijo la representante. “Y la gente lo seguiría”.
No hay duda de que gran parte de la base de Trump acepta su actitud y comparte su evaluación optimista del camino del país hacia la recuperación. Las encuestas muestran que los republicanos aprueban cómo ha manejado la respuesta al virus por márgenes abrumadores y, a diferencia de gran parte del país, piensan que Estados Unidos se ha tardado mucho en reanudar sus actividades. La mayoría de ellos también apoyan el uso de cubrebocas, aunque no por el mismo margen que los demócratas o la nación en general.
La evidencia de estas divisiones se puede ver ahora que Trump ha intensificado sus viajes de campaña, ignorando el consejo de sus propios expertos en salud pública mientras se burla de Biden por mostrarse cauteloso respecto al momento de organizar eventos masivos. Los mítines del presidente están llenos de gente de pie, hombro con hombro, que no lleva cubrebocas. En un mitin celebrado este mes en Latrobe, Pensilvania, Trump se burló de Biden por usar mascarillas. “Le da una sensación de seguridad”, dijo entre risas.
El mandatario ignoró al gobernador de Nevada al celebrar un mitin bajo techo cerca de Las Vegas este mes. El estado ha sido devastado por la pandemia y sus costos económicos.
Las imágenes evocan a una nación dividida. Hace poco, se difundió ampliamente un video en las redes sociales que mostraba una manifestación en Utah en la que los participantes dijeron que la orden de usar cubrebocas en la escuela local violaba la Constitución y equivalía a maltrato infantil. Está el caso de Herman Cain, el ejecutivo de negocios y antiguo candidato presidencial republicano, que estuvo en un mitin de Trump en Oklahoma sin cubrebocas. Murió varias semanas después de dar positivo a la prueba de coronavirus.
Trump aceptó la candidatura de su partido para un segundo mandato con un discurso ante los republicanos que se amontonaron en los jardines de la Casa Blanca; de nuevo, la mayoría de los presentes (que vitoreaban al presidente y se quedaban boquiabiertos ante un espectáculo de fuegos artificiales) no usaba cubrebocas.
“El presidente Trump ha sido un terrible modelo a seguir”, dijo el exgobernador de Míchigan Rick Snyder, un republicano que ha dicho que votará por Biden. Relativamente pocos republicanos han cuestionado a Trump por su manejo de la pandemia, un ejemplo de lo que Snyder describió como una preocupante cultura de silencio en un momento en que los líderes deberían hacer llamados unificadores.
“Es un bravucón, así que la gente no se anima a hablar“, dijo Snyder. “En una democracia, se supone que debemos alzar la voz de una manera respetuosa”, agregó.
Incluso este momento sombrío en la historia del virus (que ha alcanzado el umbral de las 200.000 muertes), se ha convertido en un tema de disputa partidista y de rechazo por considerarlo una conspiración.
“Han pasado todo tipo de casos en los que sucedió un accidente en motocicleta y, de repente, lo registran como que murió de COVID”, dijo Stephen Guentert, de 52 años, profesor de matemáticas de Freeland, Míchigan, quien asistió a un mitin de Trump la semana pasada. “No, no fue de eso. Murió en un accidente de motocicleta. O alguien recibió un disparo en la cabeza y figura como una muerte por COVID. Así que, si tomas solo las muertes que son estrictamente de COVID, no hay tantas. Entonces no le tengo miedo”, concluyó.
La respuesta al virus ha sido una de las principales líneas divisorias entre Biden y Trump, en particular después de que Bob Woodward mencionó en su libro que el mandatario supo de la gravedad del coronavirus en febrero pero le restó importancia ante el público.
“Si el presidente hubiera hecho su trabajo desde el principio, toda esta gente seguiría viva”, dijo Biden a CNN el jueves por la noche. “La gente ha perdido su libertad porque él no actuó”.
Trump ha atacado a Biden, con la afirmación (en una interpretación errónea de sus comentarios) de que su opositor cerraría la economía estadounidense si fuera electo presidente (Biden, exvicepresidente de Estados Unidos, dijo que seguiría las recomendaciones de las autoridades médicas sobre si deben cerrarse partes de la economía).
El presidente Donald Trump celebró un mitin de campaña en el Aeropuerto Internacional MBS en Freeland, Míchigan, el jueves 10 de septiembre de 2020, donde sus simpatizantes mostraron su desaprobación de la gobernadora demócrata Gretchen Whitmer. (Doug Mills/The New York Times)
El artista Shane Reilly cuenta el número de texanos que han muerto de coronavirus en un monumento que construyó en su jardín delantero en Austin, Texas, el 13 de septiembre de 2020. (Tamir Kalifa/The New York Times)