Nancy Wartik
ES COMPRENSIBLE QUE LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS TE HAYA PROVOCADO UN BAJÓN, PERO LA DEPRESIÓN DEBE TRATARSE Y SER EXAMINADA.
Durante un buen tiempo desde su inicio, la vida no fue tan mala. Tenía trabajo, al menos, y estaba manteniéndome a flote gracias a la cercanía familiar, conectándome y reconectándome con mis amigos virtualmente; a la sensación de estar viviendo sucesos históricos; a los paseos por el parque, observando a los otros neoyorquinos atrincherándose, como yo.
Las semanas recientes han sido mucho más complicadas, estamos atrapados en Manhattan y el futuro es una neblina sin fin. Los días se entremezclan. ¿Para qué levantarse? Es más fácil trabajar desde la cama, en especial si estoy cansada y no he podido dormir. ¿Para qué reforzar los lazos cuando puedo deslizar la pantalla para ver memes en internet? Y la familia… ¿no puede cuidarse sola?
Sé que estos no son los patrones ideales para superar la situación. He batallado con ellos anteriormente. Son precursores de la depresión, descrita por William Styron, autor de “La decisión de Sophie”, como una tormenta de obscuridad. En épocas normales, la depresión clínica, que con frecuencia se cree que tiene bases biológicas, no es poco común. En 2017, el último año del que se tienen registros estadísticos disponibles, 17,3 millones, o aproximadamente el siete por ciento de los adultos estadounidenses, (el doble de mujeres que de hombres) padeció depresión.
No obstante, no estamos en épocas normales, sino que, por el contrario, el estado de las cosas es una verdadera caja de Petri para el cultivo de síntomas depresivos (tristeza, insomnio, irritabilidad, agotamiento, comer de más o de menos, dificultades para concentrarse). Estamos encerrados, algunos de nosotros solos o en condiciones muy estresantes. Decenas de millones han perdido su sustento y muchos atraviesan el duelo por sus amigos o familiares. Con frecuencia, los escapes habituales que favorecen la renovación personal (rutinas en el gimnasio, vacaciones, iglesia, las charlas de oficina, salir a beber con los amigos) no están disponibles. Tampoco podemos hacer citas para el cuidado de la salud rutinario.
Ya existe evidencia de que hay cada vez más personas deprimidas. Del 16 de febrero al 15 de marzo, la cantidad de recetas médicas para antidepresivos expedidas en Estados Unidos se elevó un 18,6 por ciento. Una encuesta de la Universidad de Míchigan realizada a 460 personas a mediados de abril, reveló que el 33,6 por ciento de los participantes reportó síntomas graves de depresión, incluyendo fatiga, insomnio y sentimientos de desesperanza.
Aun así, los especialistas en salud mental se rehúsan a etiquetar lo que están sintiendo las personas como depresión, en su acepción habitual.
“No conozco a nadie que en este momento no esté presentando síntomas similares a la depresión”, comentó Luana Marques, psicóloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y presidenta de la Asociación de Ansiedad y Depresión de Estados Unidos. “Es difícil seguir adelante cuando nuestro cerebro está lidiando constantemente con el modo lucha o huida. Eso provoca mucho cansancio en las personas. Si estás teniendo dificultades para concentrarte o para levantarte de la cama, no es anormal. Es una respuesta evolutiva ante la amenaza”.
Craig Sawchuk, psicólogo de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota, coincidió. “Un concepto que corresponde es el realismo depresivo”, señaló. “No es que necesariamente estemos exagerando. Un conjunto inusual de circunstancias requiere una manera inusual de responder e interpretar. Tenemos que aceptar que se trata de una situación verdaderamente difícil y, en algunos casos, trágica”.
No obstante, eso no significa que debamos rendirnos y sufrir. La depresión, sin importar su origen, duele, aviva sentimientos de inutilidad y desvío del placer. Puede provocar complicaciones como adicción a sustancias, conflictos personales o, en el extremo, el suicidio. Aproximadamente el 60 por ciento de quienes se quitan la vida están deprimidos. Cuanto antes intervengamos en nuestro favor, o en el de alguien más, mejor.
“No sabemos cuánto durará esta pandemia”, afirmó Neil Greenberg, psiquiatra del King’s College de Londres, quien estudia la manera en la que los desastres afectan la salud mental. “Lo que no hay que hacer es cruzar los dedos y esperar. La estrategia de arrancarlo de raíz es lo que todos deberíamos estar haciendo, en definitiva. De otra manera, tu salud mental podría deteriorarse”.
Familiarízate con los marcadores físicos y mentales de la depresión. O hazte una prueba de autodiagnóstico. Cuando la depresión no es grave, una rutina de autocuidado puede ser suficiente, comentó Joshua Gordon, director del Instituto de Salud Mental de Estados Unidos.
“Si te sientes un poco decaído, tal vez con dificultades para dormir, pero funcionas bien, hay cosas que puedes hacer como ejercicio, tener contacto social, ciclos de sueño regulares y comer sano”, dijo Gordon. “Júntalas y tendrás un programa suficientemente bueno para evitar los síntomas de la depresión leve”.
Busca rutinas de ejercicios para hacer en casa, de ser necesario. Pídele a otras personas que te ayuden a seguirlas o busca apoyo virtual: existen foros en línea y aplicaciones para cualquier cosa con la que estés batallando, ya sean hábitos alimentarios deficientes o falta de sueño. Al principio puede parecer que estás obligándote a hacerlo, pero estás creando un bucle de retroalimentación, en el que tomar medidas mejora el estado de ánimo, lo que te permite hacer un seguimiento de las cosas para mejorar aún más el estado de ánimo.
“Pienso en la batería de mi auto”, señaló Marques. “Tengo que conducirlo para recargarlo, no hay otra manera. Nuestros cuerpos son similares. Tienes que quemar energía para sentirte mejor”.
No obstante, para algunas personas, el cuidado personal por sí solo no funcionará. Tal vez ya seas propenso a la depresión. Tal vez has tenido una gran pérdida o dificultades financieras. Los trabajadores de la primera línea tienen un mayor riesgo de padecer depresión; un estudio demostró que más del 20 por ciento de los trabajadores de la salud en un hospital chino todavía presentaban síntomas depresivos significativos tres años después del brote de SRAG. El mes pasado, dos paramédicos de la ciudad de Nueva York fallecieron por suicidio, con unos días de diferencia.
“Si realmente no puedes dormir, tu apetito fluctúa, no puedes funcionar, no puedes trabajar, no puedes cuidar a tus hijos o no puedes ir al supermercado es una señal de que necesitas ayuda profesional”, afirmó Gordon. “Si te preguntas: ‘¿Por qué debo levantarme de la cama o pedir ayuda?’, esas mismas preguntas son síntomas de tu trastorno”.
La combinación de medicamentos con psicoterapia suele se considerarse como el tratamiento actual por antonomasia, aunque cada uno puede funcionar por separado. Ningún antidepresivo es la panacea y no todos los terapeutas son igualmente efectivos.
“Busca una psicoterapia basada en la evidencia,” aconsejó Marques. “Entrevista a tu terapeuta. No trabajes con alguien que crees que no tiene la capacidad”.
Tu médico de cabecera puede ponerte en contacto con especialistas; la Asociación de Ansiedad y Depresión de Estados Unidos tiene un buscador de terapeutas. La mayoría de los psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales han migrado a la medicina a distancia. Muchos estados están permitiendo el reembolso de Medicaid y Medicare por servicios de salud mental durante la pandemia; hay recursos disponibles para quienes tienen dificultades financieras. Puedes llamar a la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias, la línea de prevención del suicidio o escribir a Crisis Text Line, la línea de mensajería de texto para momentos de crisis.
¿Crees que deberías ser capaz de solucionarlo solo? En estas condiciones tan estresantes, no seas tan duro contigo mismo.
“Eres humano y esto tiene un costo”, aseguró Sawchuk. “Considera tu salud mental y emocional parte de tu salud, como la diabetes. Hay cosas que puedes hacer para sentirte mejor cuando eres diabético. Esto también es importante”.
La depresión puede ser una bestia astuta. En mi caso, me vuelve letárgica, provoca que me aísle voluntariamente y me hace gruñona. Se disipa un día… y vuelve al día siguiente. Desde hace mucho tiempo tomo antidepresivos, así que no hay un cambio en ese aspecto, pero si me obligo a dar un paseo, a hacer una llamada por FaceTime con un amigo o a arreglar la casa, me sentiré bien casi invariablemente, capaz de visualizar un día en el que saldremos de la neblina. Tengo más esperanza, que es lo opuesto a la depresión. Añade un pequeño logro a la hoja de registro diario.
La mayoría de los expertos espera ver un aumento en los índices de depresión y otros trastornos psicológicos en los próximos meses, conforme siga la pandemia. Aun así, la mayoría de esas personas que busca un tratamiento para la depresión mejorará si persevera.
“Cuando consideramos en retrospectiva los desastres naturales o las épocas de guerra, cuando sucedieron cosas verdaderamente malas a gran escala, la mayoría de la gente no se sintió atascada”, me dijo Sawchuk. “No terminaron con ansiedad o depresión clínica. La resiliencia es nuestra trayectoria natural. No significa que salgamos indemnes o que vayamos a regresar al punto en el que nos encontrábamos, previo al factor que nos provocó estrés, sino que podemos terminar en un lugar mejor que en el que nos encontramos en este momento”.
Cómo saber si es algo más que solo mal humor. (Furze Chan/The New York Times)
c.2020 The New York Times Company