Decenas de compañías se han declarado en bancarrota en Estados Unidos debido a la recesión económica que desencadenó la pandemia del coronavirus.
Grandes empresas como las aerolíneas Latam y Avianca, la cadena de tienda por departamentos JC Penney y la petrolera Whitning Petroleum entraron en quiebra, ante el desplome de la demanda de productos y el gasto de los consumidores.
En el EE.UU., no obstante, declararse en bancarrota no es sinónimo de desaparecer. La legislación federal que rige la quiebra de empresas y personas naturales, conocido como el Código de la Bancarrota, da a las compañías una segunda oportunidad frente a las deudas.
“[En la ley] está presenta la teoría de que hay cierto valor en el deudor que se preserva si es reorganizado y que se perdería si sus activos son liquidados”, explicó a la Voz de América Steven Walt, profesor de Derecho en la Universidad de Virginia.
Cuando un negocio estadounidense entra en quiebra, puede acudir a la corte y presentar el Capítulo 11 del Código de Bancarrota, que contempla la reorganización de la deuda de un negocio. En el alegato, la empresa debe llegar a un acuerdo de pago con los acreedores para pagar su deuda.
“En la mayoría de los casos —aunque no en todos—la reorganización incluye convertir la deuda en patrimonio entonces se cancela parte de la deuda”, señaló Walt. A cambio de ello, se da a los tenedores de deuda títulos o acciones de patrimonio.
“Si todo sale bien, el resultado es que se reducen los problemas financieros de [la empresa] reduciendo su deuda”, acotó el profesor.
Aunque el Código de Bancarrota contempla en el capítulo siete la liquidación, que cuando una empresa deja de operar y vende todos sus activos para pagar sus deudas, cuando una compañía se acoge al capítulo once, no tiene que dejar de existir.
Como explicó el profesor Walt a la VOA, la ley en EE.UU. concede al negocio deudor una parte del control sobre su situación, ya que le da el derecho a proponer un plan de reorganización y seguir operando mientras se resuelve en la corte su futuro.
Compañías como General Motors o United Airlines siguen a flote a pesar de haber entrado en bancarrota en el pasado. Tanto Avianca como Latam se acogieron al capítulo 11.
Sin embargo, no todo es color de rosa. La ley también da mucho poder a los acreedores, quienes pueden, por ejemplo, hacer que la corte nombre a un fidecomisario que controle la compañía del deudor, alegando un mal comportamiento y quitándolo el control efectivo de las operaciones.
A la hora de decider un plan de renegociación deuda, las partes interesadas deben votar y aprobarlo y los acreedores pueden amenazar con votar en contra. Aquí la balanza se inclina del lado de los acreedores, especialmente en grandes bancarrotas, ya que poseen una gran parte de la deuda, subrayó el profesor Walt.
Para el experto, una reorganización exitosa termina así: “los trabajadores pueden seguir trabajando y los administradores también, lo único que habrá cambiado es la estructura de propiedad de la empresa, donde los acreedores ahora son accionistas”.
Una empresa extranjera que se haya declarado en bancarrota ya en su país de origen puede también presentarse en quiebre en las cortes en Estados Unidos bajo el capítulo 15.
“Muchas compañías usan el capítulo 15 para abordar activos que puedan tener en EE.UU.”, explicó a la VOA Sarah Chenetz, abogada especializada en bancarrota.
Si la corte acepta la petición de una entidad o representante extranjero de acogerse al capítulo 15, automáticamente se protegen los activos de la compañía y ningún acreedor puede tomar acciones para recaudar su deuda o tomar posesión de colataerales, expuso Chenetz.
Para que una empresa extranjera califique para el capítulo 15, es suficiente “con tener solo una cuenta de banco pequeña, un depósito o un anticipo en EE.UU”.
Fuente: VOA