Desde que la pandemia de COVID-19 surgió en China en el invierno, hubo esperanzas de que el virus desaparecería con el cambio de estaciones.
“Mucha gente piensa que se irá en abril con el calor”, dijo el presidente Donald Trump en una reunión con gobernadores estadounidenses en febrero.
Pero llegó abril y se fue, la pandemia sigue y a medida que se acerca el verano en el hemisferio norte, los expertos están empezando a ver muy poco impacto de las temperaturas altas y la humedad.
Dicen que eso no detendrá la pandemia, aunque podría ayudar a reducir el número de nuevas infecciones. Además, los efectos del clima ayudarían a explicar por qué partes de los trópicos no han sido tan golpeadas como otras regiones menos cálidas del planeta.
Temporada de COVID
La COVID-19 es causada por un coronavirus, una extensa familia de virus respiratorios que incluye a algunos que causan el catarro común. Como estas enfermedades aumentan y disminuyen con las estaciones, algunas investigaciones han sugerido que la COVID-19 lo haría también. Otras no han visto un gran impacto de los cambios de temperaturas.
Los virus de la gripe y la influenza se propagan con más facilidad en el invierno, en parte porque el aire es más seco. El aire más cálido del verano mantiene más humedad y las partículas de virus no viajan tan lejos en la humedad.
“Esas pequeñas partículas en el aire se empapan y caen al suelo”, explicó la bióloga de Penn State University Katriona Shea, “aunque esa no es una descripción técnica”.
Algunos científicos que pronostican la propagación de la enfermedad han comenzado a incorporar la temperatura en sus modelos.
“Vemos esta correlación, una reducción de apenas el 2%, en la transmisión por cada grado Celsius de aumento en la temperatura”, dijo Christopher Murray, director del Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud de la Universidad de Washington en Seattle.
“No es un efecto grande”, añadió, pero las temperaturas altas pudieran marcar una diferencia.
El asunto, sin embargo, no está claro.
Uno de los estudios recientes encontró un patrón similar: un cambio de alrededor del 3% en las transmisiones por cada grado. La humedad relativa y la presión atmosférica se suman al efecto.
“El clima por sí solo no puede doblegar a la epidemia en el verano, aunque ayude a reducir las tasas de transmisión en cierta medida”, dijo uno de los autores del estudio, Hazhir Rahmandad, un profesor asociado del MIT de la Universidad de Harvard.
Depresión tropical
Usando datos de transmisión de virus y temperatura de más de 3.700 lugares de todo el mundo, los autores calcularon cuánto influye el clima en la propagación en las ciudades más pobladas.
El calor y la humedad “pudieran explicar parcialmente los brotes más pequeños en África y el sureste de Asia hasta la fecha”, dice el estudio.
Aunque el clima pudiera reducir el riesgo de transmisiones en alrededor del 25% durante los meses más calientes en ciudades del norte como Boston, en Massachusetts, una urbe más tropical como Lagos, en Nigeria, puede esperar una disminución de más del 40% debido a los efectos del calor y la humedad.
Sin embargo, el virus también se propaga en esas condiciones; como se demostró en Singapur, donde hubo un reciente repunte de 700 a 800 casos diarios.
“Podemos ver que este virus se ha propagado por todo el mundo, con muchas temperaturas diferentes”, dijo el profesor de bioingeniería de la Universidad Católica de Valencia Ángel Serrano Aroca. “Creo que hay un efecto de las condiciones del tiempo, pero pienso que el virus es tan contagioso que hay otros factores mucho más importantes”.
La densidad de población, las medidas de distanciamiento social y las herramientas de salud pública como pruebas y rastreo de contactos, posiblemente influyan más que el clima, dicen los expertos.
Para Murray y sus colegas de la Universidad de Washington, “la movilidad es el (factor) más importante y después los test per cápita”.
Cuando este grupo duplicó con creces sus estimados de mortalidad de COVID-19 en Estados Unidos de 60.000 a mediados de abril a 135.000 la semana pasada, fue en su mayor parte porque los estados estaban aliviando las medidas de distanciamiento social y las personas se estaban moviendo más en áreas supuestamente cerradas al público.
La temperatura probablemente es “importante, pero mínimamente”, dijo y los científicos tienen todavía mucho que aprender sobre el virus.
“Mientras algunos lugares se calientan”, añadió Murray, “tendremos señales más fuertes para comprender mejor cuál será el efecto real de las temperaturas altas y el efecto estacional”.