Un batazo tras otro, las pelotas siguen volando en Santo Domingo, una de las principales capitales del béisbol del Caribe. Pero ahora, en tiempos de coronavirus, no vuelan la cerca del “play”, sino que aterrizan en la carretera u, ocasionalmente, en los faros de un automóvil.
Y es que la pandemia ha obligado al béisbol amateur a buscar refugio en las calles, en los descampados, lejos de las canchas, cerradas hace dos meses.
ENTRENANDO AL LADO DE UNA CARRETERA
El equipo juvenil Estrellas de Jay ha encontrado acomodo en un descampado de hierba seca y rala, en medio de un bullicioso nudo vial con forma de trébol que enlaza dos de las principales avenidas de la capital dominicana, donde el ruido de carros y camiones de gran tonelaje no cesa un instante.
El campo de entrenamiento improvisado ha “limitado” las opciones de trabajo. En un espacio “apretado” no se puede batear largo ni hacer otras “muchas cosas” que sí se podían practicar en una cancha normal, explica a Efe el entrenador del equipo, Juan Carlos de la Cruz.
También, les ha obligado a los jugadores a recurrir a la improvisación para sustituir la falta de equipación deportiva. Así, las piedras de gran tamaño que pueblan el descampado hacen la función de pesas de gimnasio.
A la sombra del viaducto, a dos pasos del tráfico, el bateador golpea una tras otra y las pelotas vuelan en cualquier dirección.
“En estos días un niño de 14 años y con 6,1 pies de estatura bateó un jonrón y le rompió una mica (faro trasero) a un carro que se desplazaba por el lugar”, relata De la Cruz.
Mientras, los jardineros se dedican a recoger las pelotas que salen del perímetro una y otra vez. Y no puede faltar ni una de las 42 bolas con las que llegan cada mañana, orden del entrenador.
QUEDARSE EN CASA, UN LUJO PARA LOS PELOTEROS
Antes, el equipo se entrenaba en el “play” Moscoso Puello, a unos dos kilómetros de distancia, pero fue cerrado a mediados de marzo, cuando el Gobierno dominicano prohibió las actividades deportivas, dentro del plan de restricciones puesto en marcha para frenar la propagación del coronavirus.
Pero, para las jóvenes promesas del béisbol, quedarse en casa es un lujo que no se pueden permitir, ya que implicaría interrumpir su trayectoria, explica De la Cruz.
“Ellos saben que no pueden quedarse sentados porque andan buscando un futuro. Si se sientan es como retroceder y empezar de nuevo. Esto es día a día”, comenta.
El preparador se dedica a poner a punto a futuros peloteros para presentarlos a los cazatalentos de los clubes dominicanos o de Estados Unidos, todos ellos dueños de academias en el país caribeño, que es el mayor granero en el extranjero para las Grandes Ligas.
De la Cruz arguye que en la República Dominicana “no es como en Estados Unidos” donde los jugadores llegan a profesionales ya siendo mayores de edad.
“Aquí, a los 16 tienen que estar ready”, por ello es crucial que no pierdan el ritmo de entrenamientos diarios cuando tienen 12 o 14 años, argumenta.
JUGAR CON DISTANCIAMIENTO
El equipo ha tenido que adaptarse también a las normas de distanciamiento físico impuestas por las autoridades para evitar el virus, que ha contagiado a 9.376 personas en el país, con un balance de 380 fallecidos.
Por ello, se entrenan en grupos de ocho o nueve jugadores, la mitad de lo habitual, y practican en días alternos para evitar juntarse demasiados en un campo más angosto de lo normal.
“No puedo tener muchos aglomerados por la pandemia”, comenta De la Cruz. Y, además, como es obligatorio en el país, usan tapabocas, además de guantes, y se lavan las manos con alcohol en gel.
Medidas sanitarias que los jóvenes peloteros desean dejar atrás de una vez, para volver a su cancha habitual a trabajar de nuevo en condiciones que les permitan seguir cimentando el sueño común de todos ellos, vestir la camiseta de un equipo de Grandes Ligas.
RSA fuente EFE