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Los incendios continúan en Australia y su líder parece perdido en combate

Por Livia Albeck-Ripka, Jamie Tarabay y Isabella Kwai

HASTINGS, Australia — Han aparecido afiches en las calles de toda Australia que muestran al primer ministro con un aspecto muy tropical: lleva una corona de flores en la cabeza y una camisa azul marino con el cuello abierto.

“DESAPARECIDO”, exclamaba el texto. “Tu país está en llamas”.

La referencia inmediata era clara. El primer ministro, Scott Morrison, ha sido castigado de manera generalizada por irse de vacaciones a Hawái el mes pasado y tratar de mantenerlo en secreto, mientras Australia vivía los primeros momentos críticos de una de las temporadas de incendios más devastadoras en su historia.

Sin embargo, el mensaje que transmitían los afiches iba mucho más allá de una escapada vacacional. Los australianos, enojados y aterrados, han estado desahogando su frustración contra Morrison y lo que consideran como una respuesta indiferente e ineficaz de su parte ante las llamaradas desastrosas, además de su rechazo constante de la fuerza que ha intensificado el fuego: el cambio climático.

Luego de que miles de personas huyeron del este del país durante el fin de semana pasado mientras los incendios se propagaban desde las colinas hasta las costas, las realidades ineludibles de un mundo que se calienta cada vez más chocaron con el cálculo político de la inacción.

Morrison ha minimizado la conexión entre el cambio climático y las condiciones ambientales extremas de Australia, incluso cuando el país acaba de vivir el año más caliente y seco del que se tenga registro. Se ha burlado de los llamados para eliminar la minería de carbón diciendo que son “imprudentes”, y ha priorizado los intereses económicos y la lealtad hacia un grupo poderoso de presión. Se ha rehusado a gravar las emisiones que atrapan el calor o a implementar cualquier otra medida significativa para reducirlas, a pesar de que la mayoría de los australianos afirma que el gobierno debería tomar medidas más contundentes.

El primer ministro no ha indicado ningún cambio en sus políticas incluso tras la muerte de 24 personas, la destrucción de cientos de hogares, y la incineración de más de cuatro millones de hectáreas, una superficie más grande que Dinamarca. El 5 de enero las condiciones meteorológicas se tranquilizaron un poco, pues hubo lluvias ligeras en algunas áreas, pero las llamas siguieron ardiendo en Victoria y Nueva Gales del Sur, y los habitantes de algunas ciudades fueron evacuados.

“Lo que más les sorprende a todos sobre la situación actual es el distanciamiento y la apatía del gobierno, por decirlo en palabras amables”, dijo Bill Hare, director de Climate Analytics, un instituto de políticas.

“La gente simplemente está desconcertada”, agregó.

A medida que las condiciones empeoraban durante el transcurso del fin de semana, Morrison defendió la respuesta de su gobierno y anunció que ordenaría una movilización militar: lo cual promovió rápidamente en un video en redes sociales, suscitando críticas generalizadas. También negó que su gobierno le hubiera restado importancia a los vínculos entre el calentamiento global y los cambios en los patrones climáticos de Australia.

“El gobierno ha establecido esta conexión desde siempre, y nunca la ha puesto en duda”, declaró.

El funcionario dijo que no se dejaba intimidar por la ira contra su persona. “Se ha culpabilizado mucho y de manera indiscriminada”, dijo. “La culpa no ayuda a nadie en este momento, y el análisis excesivo de estas cosas no es un ejercicio productivo”.

El intento de Morrison para calmar la indignación se produjo luego de que los australianos estuvieron expresando una sensación creciente de que el gobierno ya no los protegía como antes, desde noviembre, cuando los incendios surgieron antes de lo previsto con una intensidad mucho mayor de lo normal.

Desde entonces, el primer ministro estuvo diciendo que no era momento de hablar sobre el cambio climático y que aquellos que lo mencionaban solo estaban tratando de ganar puntos en la política.

Sin embargo, cada llamarada que ha arrasado con suburbios poblados y destinos costeros ha representado un nuevo desafío para la defensa del “statu quo” de Morrison. El dirigente ha intentado sosegar la indignación tomándose fotografías y haciendo llamados populistas que hacen eco de las consignas promovidas por el presidente Donald Trump. Morrison ha retratado a los partidarios de las medidas climáticas más severas como esnobs improductivos que intentan imponer sus ideologías a una mayoría reticente que se queda callada.

Los críticos sugieren que su antipatía respecto a combatir el cambio climático ha contribuido a lo que consideran una respuesta laxa ante los incendios, pues los trata como una tragedia en lugar de un punto de inflexión.

Durante meses, Morrison despreció los llamados a favor de una intervención más enérgica por parte del gobierno federal —como un mayor despliegue militar o la declaración en su mayor parte simbólica de una emergencia nacional— señalando que la labor de extinción de incendios desde hace mucho ha sido responsabilidad de cada estado. El 4 de enero cambió su postura y anunció un llamado a filas de los reservistas militares y nuevos recursos de aeronaves.

Morrison, quien comenzó su carrera profesional en el sector del turismo, ha sido blanco de burlas en línea con la etiqueta #scottyfrommarketing (#scottydeventas). El día de Año Nuevo, mientras las víctimas evaluaban el nivel de destrucción de los incendios forestales bajo cielos anaranjados, circularon fotografías de Morrison recibiendo al equipo australiano de críquet en Sídney.

“Me recuerda al momento de George W. Bush tras el huracán Katrina en 2005”, dijo Daniel Flitton del Instituto Lowy, un centro apartidista de políticas en Australia. “Parecía que estaba desconectado de la realidad y no comprendía la profundidad de la preocupación de la sociedad. Eso se convirtió en una cruz que tuvo que cargar durante el resto de su presidencia”.

Más recientemente, Morrison ha intentado defender las políticas ambientales de Australia, y dar a entender que su gobierno está tomando medidas contundentes. Durante una conferencia de prensa celebrada el 2 de enero —la primera que realizaba desde antes de Navidad— dijo, en repetidas ocasiones, que el gobierno estaba en proceso de “alcanzar y superar” sus objetivos de reducción de emisiones.

Los climatólogos dicen que estos objetivos de por sí son bajos. Y las emisiones de Australia han estado aumentando, mientras que sus dirigentes siguen luchando por el derecho para emitir aún más.

Durante los debates climáticos de la ONU en Madrid a finales del año pasado, Australia fue blanco de un escrutinio severo después de que propuso la idea de que le permitieran acumular los créditos del protocolo de Kioto, que entró en vigor hace dos décadas, para ayudarle a alcanzar los objetivos del nuevo referente del Acuerdo de París.

“Estamos rezagados”, dijo Joseph Camilleri, profesor emérito de Política en la Universidad La Trobe en Melbourne, donde se especializa en amenazas existenciales, entre ellas, el cambio climático.

“Lo que han ofrecido los incendios australianos es una prueba de que el cambio climático ya está aquí con nosotros, de verdad”, agregó, “y todos, incluida Australia, tenemos que hacer mucho más de lo que estamos haciendo”.

Los líderes conservadores australianos a menudo señalan que el país representa solo un mínimo porcentaje de las emisiones que atrapan el calor en el mundo. Sin embargo, algunos expertos se refieren a la estrategia de Madrid, como el ejemplo peligroso de un país que sigue extrayendo y exportando enormes cantidades de carbón que termina quemándose en plantas eléctricas de todo el mundo.

“El gobierno asegura que ha reducido sus emisiones”, dijo Hare. “Lo que están usando son, en esencia, trucos de contabilidad para justificar o explicar su razonamiento”.

En su conferencia de prensa, Morrison enmarcó las políticas ambientales del gobierno como ya lo ha hecho antes y sostuvo que no permitirá que interfieran con la prosperidad constante. También les pidió a los australianos que confiaran en el gobierno y que fueran pacientes.

Morrison quizá logre sobrevivir a las tormentas políticas. Las próximas elecciones serán dentro de dos años, y él acaba de conseguir una victoria electoral sorpresiva en la que recibió el apoyo de Queensland, un centro para la minería de carbón.

No obstante, a lo largo de la costa este, densamente poblada, la paciencia de la ciudadanía está agotándose y se está convirtiendo rápidamente en furia. Horas después del encuentro con la prensa, Morrison visitó una comunidad devastada por los incendios, Cobargo, para ver los daños y prometerles su apoyo a los residentes.

Fue expulsado del pueblo a gritos. “Dejaste que el país se hiciera cenizas”, exclamó una persona antes de que el primer ministro regresara a su auto para irse.

En Mallacoota, otra comunidad en el sureste de Australia donde cientos de personas fueron evacuadas en un barco naval hacia la ciudad de Hastings, Michael Harkin, un vacacionista de Sídney, dijo que su experiencia durante los incendios había exacerbado su ira contra el gobierno y su inacción ante el cambio climático.

El gobierno de Morrison, dijo, estaba demostrando una “gestión pública incompetente al evadir lo inevitable”.

“No nos están protegiendo en absoluto”, agregó.

Una quema controlada a lo largo de la autopista Princess Highway, una medida que forma parte de una estrategia para crear una barrera cortafuegos en el Meroo National Park de Australia, el 5 de enero de 2020. (Matthew Abbott/The New York Times)

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