La narcolepsia es un trastorno de origen neurológico que afecta la regulación del sueño. Con este padecimiento las personas suelen tener fuertes episodios de somnolencia que son incontrolables durante el día, indiferentemente de si descansaron o no.
La principal consecuencia que trae la narcolepsia a nuestras vidas es la dificultad para cumplir con actividades rutinarias que requieran de tiempo, impidiendo así que podamos llevar un ritmo de vida normal.
A pesar de que este trastorno no tiene cura definitiva, existen algunos tratamientos que permiten sobrellevar y controlar los síntomas.
Principales tratamientos para la narcolepsia
De acuerdo al National Institute of Neurological Disorders and Stroke, la narcolepsia es una enfermedad que no puede curarse de forma definitiva, pero sí es posible controlar aquellos síntomas que son más limitativos, como por ejemplo el sueño diurno extremo. Los tratamientos indicados por este instituto son:
Fármacos
- Anfetaminas y metanfetaminas: este tratamiento con estimulantes potentes era usado antiguamente para todos los casos ya que evitaba la somnolencia. Hoy día se limita su uso debido a los efectos secundarios que causa, entre los que destacan la alteración de las emociones, la sobreexaltación y la adicción.
- Otros estimulantes: como alternativa a los tratamientos adictivos, se comenzaron a usar modafinil y armodafinilo para disminuir los ataques de somnolencia excesivos. Sin embargo, estos fármacos no están exentos de efectos secundarios. Ocasionan dolor de cabeza y cierto nerviosismo.
- Antidepresivos: en esta categoría hay dos tipos de medicamentos para la depresión que son usados para la narcolepsia. Se prescriben tricíclicos como protriptilina y desipramina o inhibidores selectivos de captación de serotonina y noradrenalina. Mientras que los síntomas secundarios que pueden aparecer son etapas de insomnio o sobrepeso.
El tratamiento apropiado debe ser prescrito por un especialista, y va a variar a lo largo del tiempo según vayan aumentando o desapareciendo los síntomas.
Fuente: La Opinión
