Por Jennifer A. Kingson
STOCKDALE, Texas — Unas llamas de 136 kilos paseaban serenamente por los pasillos de un asilo de ancianos, agachando sus cabezas para que los residentes en sillas de ruedas las acariciaran y deteniéndose con paciencia para que el personal se tomara selfis con ellas.
“¿Te dieron un baño hoy?”, una residente, Jean Wyatt, le preguntó a Tic, una llama macho propiedad de Zoe Rutledge. (Sí se lo habían dado).
Zoe, una estudiante de segundo año de preparatoria, estaba ahí con sus padres, Jeff y Carol Rutledge, que tienen 13 llamas y alpacas en su casa de Stockdale, un suburbio de San Antonio. Tres integrantes de su manada aprobaron el examen que se necesita para ser una llama de terapia certificada. Para obtener la certificación las llamas deben dejarse acariciar por extraños y permanecer tranquilas cuando la gente discute cerca de ellas.
“Buscamos a las que son tranquilas y serenas”, dijo Zoe, para explicar cómo su familia elegía a los animales que llevan a centros de vivienda asistida, asilos de ancianos y veteranos, centros de rehabilitación y caminatas en favor de grupos como la Asociación del Síndrome de Down del sur de Texas.
Las llamas y las alpacas son populares en comerciales de televisión, como juguetes y en todo tipo de vestimenta, y también se están volviendo más comunes en el ámbito de la terapia. Una buena parte de estas están registradas en Pet Partners, un centro de coordinación nacional sin fines de lucro para animales de terapia, pero la mayoría son simplemente mascotas de granjas familiares cuyos dueños las llevan a hospitales, universidades y centros para ancianos a fin de aliviar el estrés de las personas.
La novedad es gran parte del atractivo, junto con sus ojotes grandes y su mirada empática. Entre los animales que los biólogos consideran megafauna carismática (tigres, elefantes, pandas gigantes y otros), las llamas, que no están en peligro de extinción, son de las pocas especies que la gente puede abrazar sin correr ningún riesgo.
“Para algunas personas, los perros son un poco intensos, o han tenido malas experiencias con ellos”, explicó Niki Kuklenski, que lleva mucho tiempo criando llamas en Bellingham, Washington y fue una de las primeras en usar a estos animales para fines terapéuticos. Dijo que sus llamas, sobre todo una hembra llamada Flight, “leen a las personas. Así que cuando ella está en un lugar donde hay alguien muy contento y emocionado de verla, agacha la cabeza para que la abracen”.
Pero si alguien se ve temeroso, “Flight se queda totalmente inmóvil. Es muy calmada”, dijo Kuklenski.
En Pet Partners, el 94 por ciento de los animales de terapia registrados son perros, pero también hay 20 llamas y alpacas, dijo Elisabeth Van Every, una vocera del grupo. (La mayoría son llamas, que son mucho más grandes que las alpacas y generalmente mucho más amigables con los humanos). La gente que registra a sus animales tiene la cobertura de seguro de Pet Partners mientras sus animales estén realizando visitas, y deben apegarse a reglas estrictas de salud, cuidado, limpieza y condiciones laborales. Ningún animal puede trabajar más de dos horas al día, y sus cuidadores deben estar al pendiente de cualquier indicio de cansancio o molestia.
Los dueños de llamas te dirán que sus mascotas tienen un sexto sentido sobre las personas que necesitan atención, o que están enfermas o débiles. Carol Rutledge dice que su llama de terapia, de nombre Knock, camina sin que nadie se lo indique a la cama de un paciente terminal y se queda ahí en silencio mientras el paciente lo toca. “Te desgarra el corazón. Han tenido que pasar varias visitas para que lo pueda ver sin ponerme sentimental”.
Mona Sams, una terapeuta ocupacional en Roanoke, Virgina, tiene ocho llamas y cinco alpacas como parte de su consultorio, donde atiende a niños con autismo y otros padecimientos, así como a adultos con discapacidades del desarrollo. Una paciente es una niña con convulsiones y parálisis cerebral que va dos veces a la semana. “Tengo una llama”, de nombre Woolly, “que literalmente se sienta con ella toda la hora, de cara a cara”, dijo Sams. “Dice que Woolly es su ‘consejero’ y se pasa la primera parte de la hora contándole a Woolly las dificultades que ha tenido y él se sienta junta a ella todo el tiempo”.
Sams es la autora principal del que parece ser el único estudio publicado que trata sobre el uso de llamas como animales de terapia. El artículo, publicado en 2006 en la revista American Journal of Occupational Therapy, describe una prueba clínica muy pequeña en la que niños con autismo recibieron una terapia ocupacional estándar o terapia con llamas. Los resultados “indicaron que los niños usaban mucho más el lenguaje y había una interacción social mucho más significativa en las sesiones de terapia ocupacional con animales que en la terapia ocupacional estándar”, escribieron los autores del estudio.
Hal Herzog, antrozoólogo y profesor emérito de psicología en Western Carolina University, dijo que esos resultados no le sorprenden, aunque tampoco demuestran la eficacia de la terapia con animales. Dice que hay una gran discrepancia entre lo que el público cree, o quiere creer, sobre la eficacia de los animales de terapia y lo que demuestran las investigaciones científicas.
También señaló que muchas personas que investigan el vínculo entre los animales y los humanos son lo que él llama “férreos creyentes”, deseosos de validar la influencia positiva que ejercen las mascotas y los animales de apoyo emocional. “Yo soy un amante de los animales y realmente quería creerlo también”, afirmó Herzog, añadiendo que sus investigaciones lo llevaron a conclusiones distintas.
Sin duda, la terapia con llamas no es para todos. Si bien estas criaturas son dóciles y rara vez les escupen a las personas, hay a quienes les intimida su gran tamaño o se asustan de ver ganado en interiores. Además, no todas las llamas están hechas para esto: las dos famosas llamas que escaparon hacia una autopista cerca de Phoenix en 2015 habían salido corriendo de una visita en una residencia de vivienda asistida.
Cuando dos de las tres llamas de terapia de la familia Rutledge, Tic y Knock, llegaron a la Residencia y Centro de Rehabilitación de Stockdale, Bill Smallwood, un residente que quedó discapacitado tras un accidente en motocicleta, tomó un pequeño cepillo para cabello que le dio Zoe y comenzó a cepillar a su llama. Ella dijo que Smallwood no habla, pero cuando las llamas están ahí, él murmura y hace ruidos que suenan a palabras.
Este verano, para un concurso de ciencia del club 4-H, Zoe comparó las lecturas de presión arterial de tres residentes de asilos, incluyendo a Smallwood y Wyatt, antes y después de la visita de las llamas. Demostró su hipótesis: la mayoría de las veces, su presión disminuía luego de convivir con las llamas y se veían más felices, aunque eso no es demostrable.
Bobbie West, el director de actividades del asilo, dijo que no avisaba cuándo irían las llamas para que el personal y los residentes no se emocionaran demasiado. “Les encantan las llamas. Hay una mujer que a veces está de pésimo humor, pero cuando llegan las llamas, su semblante cambia totalmente”, contó.
c. 2019 The New York Times Company