La meditación es una práctica bastante extendida y masificada en tiempos recientes. Cada vez más personas la practican esperando alcanzar un estado superior de bienestar, pero, ¿es posible que la meditación sea una práctica que ponga en riesgo la vida?
Historia de una meditación contraproducente
Suzanne (nombre para proteger su identidad) es una chica francesa de 20 años que decidió asistir a un centro de meditación silenciosa a las afueras de Manchester, Reino Unido.
El plan de meditación era intenso: consistía de 10 días seguidos donde Suzanne no podía hablar ni hacer contacto visual con otros incluso fuera de las sesiones. Fue en el séptimo día cuando Suzanne tuvo un ataque de pánico.
“Sentí como si mi cerebro hubiera explotado”, agregando además lo siguiente: “me sentí como si estuviera completamente separada de mi cuerpo”. Buscó ayuda de sus profesores, pero le recomendaron seguir meditando. Al final, con dificultad, volvió a Francia después del curso.
Fue en la casa de su madre cuando se derrumbó. “Traté de seguir adelante con mi vida, pero fue imposible. No podía salir de la cama, no podía comer. Estaba sintiendo síntomas de terror y pánico. Tenía mucho miedo”.
Suzanne ingresó a un hospital psiquiátrico donde le fue recetada medicación antipsicótica. Tiempo después de haber salido de allí, Suzanne afirma que se siente mucho mejor, pero dice también que “todavía tengo un largo camino por recorrer”.
Recomendaciones
La meditación es una actividad que puede traer grandes beneficios al cuerpo y la mente, pero también puede ser causa de afecciones graves que puede complicar los procesos y experiencias del yo.
Por lo anterior, nosotros recomendamos acceder al mundo de la meditación mediante personas y fuentes especializadas en él de modo que tu experiencia siga los lineamientos de seguridad necesarios para que sea exitosa y placentera.
Fuente: La Opinión