Si pensamos en lágrimas de cocodrilo, en un lagrimeo constante y progresivo, lo primero que nos viene a la cabeza es una persona que finge llorar para conseguir algo, pero existe una patología oftalmológica conocida como las ‘lágrimas de cocodrilo’ o ‘epífora’, por lo que no todo el mundo que presenta un lloriqueo constante quiere engañar a los demás.
De hecho, el lagrimeo excesivo en la población adulta es un síntoma común, así como el motivo de consulta oftalmológica más frecuente en Atención Primaria (AP), según puntualiza la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC).
La oftalmóloga del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa de Sevilla, Carlota Ramos Fernández, explica que el lagrimeo excesivo tiene lugar o por un exceso de producción de lágrima por irritación de la superficie ocular, o bien como consecuencia de un defecto en la evacuación de ésta, llamado ‘epífora’.
“Supone un defecto del drenaje lagrimal de origen funcional o mecánico”, precisa la experta.En concreto, el sistema de drenaje de la lágrima tiene su inicio en los puntos lagrimales, que continúan con una serie de conductos (canalículos, saco lagrimal y conducto lacrimonasal ) y desembocan en las fosas nasales, indica la SEMFYC. En cualquier punto de todo este trayecto la vía puede sufrir una obstrucción por múltiples causas como traumatismos, inflamaciones, tumores, o por la edad, por ejemplo.”
Al estar obstruida la vía lagrimal, la lágrima se desborda del párpado y se produce el lagrimeo. Los síntomas pueden variar desde simplemente un lagrimeo a secreción, inflamación, dolor, e infección en la parte interna de los párpados”, añade la doctora del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa de Sevilla.
En concreto, precisa que este tipo de obstrucción del nasolagrimal afecta fundamentalmente a mujeres a partir de los 45 años, llegando a alcanzar hasta el 60% a partir de los 70 años. Otras posibles causas obstructivas son cirugías previas nasosinusales, traumatismos y tumores, añade.
Según la Sociedad Española de Cirugía Oculoplástica o Cirugía Oftálmica Plástica y Reconstructiva (SECPOO), dependiendo de la severidad de los síntomas se decide si abordar esta patología por una u otra opción de tratamiento.
Si los síntomas son leves se recomienda tratamiento antibiótico y calor local. En los casos más graves tan solo la cirugía es eficaz, recurriéndose entonces a distintas técnicas como la dacriocistorrinostomía (DCR) o la dacrioplastia.
“En los casos severos y en los que la obstrucción se encuentra en el conducto lacrimonasal, se indica la DCR, una técnica que consiste en crear un nuevo paso para que la lágrima llegue a la nariz, comunicando el saco lagrimal con esta. Se suele colocar temporalmente un tubo de silicona en el interior de este nuevo canal creado, mientras dura el proceso de cicatrización”, aprecia la oftalmóloga.
Desde la SECPOO advierten aquí de que en un pequeño número de casos la obstrucción se encuentra en la porción más alta de la vía: entre el punto lagrimal y el saco. “En estas ocasiones además de realizar una DCR, se inserta un tubo pequeño (‘Tubo de Jones’) que permitirá el drenaje de la lágrima directamente desde el ojo a la nariz.
Estos procedimientos en general se llevan a cabo de forma ambulatoria. En general se consigue la resolución del síntoma de lagrimeo (90% de los casos)”, valora. Precisamente, la doctora Ramos Fernández es especialista, junto a un equipo muldisciplinar del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa, en emplear la DCR endonasal para dar solución a la obstrucción del aparato lacrimonasal, por procesos inflamatorios de repetición en la mayor parte de los casos.
Según detalla, el procedimiento persigue la creación de una comunicación entre el saco lagrimal y la cavidad nasal que perdure en el tiempo para evitar una nueva obstrucción.
“Es por ello que, en este caso, la colaboración entre la oftalmóloga, quien diagnostica el cuadro obstructivo lagrimal, y el otorrinolaringólogo, quien participa en el tratamiento endoscópico, es imprescindible para alcanzar grandes resultados.
Ambos trabajan conjuntamente en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de todo el proceso hasta la curación del mismo”, celebra la oftalmóloga.
Además, subraya que en pacientes que no presenten enfermedad cardiovascular, síndrome de apnea del sueño, trastornos de la coagulación, o sean extremadamente nerviosos se les ofrece la posibilidad de realizar la intervención con anestesia local, y sedación en formato de cirugía de día ambulatoria.
El primero en realizar la DCR vía externa fue un cirujano italiano en 1904, recuerda Ramos, permitiendo obtener entre un 90 y 95% de resultados satisfactorios respecto a la epifora y prácticamente del 100% en lo que se refiere a la infección.
“Sin embargo, en la actualidad, la vía externa tiende a ser sustituida por el acceso endonasal bajo control endoscópico, pues permite una curación más rápida y sin cicatriz cutánea, además de la posibilidad de abordar patologías nasales implicadas en la causa del proceso”, recalca la oftalmóloga.