- Se estima que en Europa aparecen 28.000 nuevos casos al año de carcinomas diferenciados de tiroides.
- La buena noticia es que el incremento en casos no se ha acompañado de un aumento en su tasa de mortalidad.
La glándula tiroidea o tiroides, situada debajo de la laringe y encargada de regular el crecimiento y el metabolismo, no se libra del cáncer. Pero es uno de los tumores humanos más simples, pues es el de menos densidad mutacional dentro de los cánceres sólidos.
Los tumores más agresivos suelen acumular mayor número de mutaciones que conllevan la desdiferenciación celular (es decir, cambios que hacen que las células tumorales pierdan las propiedades que tenían las células benignas originales a las que se van pareciendo cada vez menos). En el caso de la célula tiroidea es importante conservar la propiedad de captación de yodo (es decir, ser diferenciada) ya que la desdiferenciación provoca la pérdida de esta capacidad provocando la menor respuesta al tratamiento con radioyodo.
En el caso del carcinoma papilar tiroideo se sabe que hay 3 genes (oncogenes) que conducen la aparición tumoral: BRAF (ocurre en el 60% de los casos), RET/PTC (en el 10-20%) y mutaciones en RAS (ocurren en el 10-20%). Los BRAF suelen estar típicamente más desdiferenciados (por ello captan peor el radioyodo y responden peor a este tratamiento) mientras que los RAS expresan los genes de diferenciación (y captan mejor el radioyodo).
En la actualidad resulta llamativo para los especialistas que el cáncer diferenciado de tiroides sea cada vez más frecuente. La buena noticia: esta neoplasia endocrina ha ido incrementándose en los últimos 10 años aunque, si bien no se ha acompañado de un aumento de su tasa de mortalidad, por el buen pronóstico que suele asociar.
De hecho, se estima que en Europa aparecen 28.000 nuevos casos al año de carcinomas diferenciados de tiroides. El más frecuente es el de tipo papilar, seguido del cáncer folicular de tiroides.
Según subraya la American Cancer Society, por razones que no están claras, los cánceres tiroideos (al igual que casi todas las enfermedades de tiroides) tienen lugar alrededor de tres veces más en las mujeres que en los hombres. Por lo que ya el sexo de la persona se convierte en un ‘factor de riesgo’ a la hora de desarrollar la enfermedad.
Además, añade la doctora María Luisa de Mingo, jefa de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital La Luz de Madrid, la edad del diagnóstico suele situarse entre los 40 y los 50 años (en el caso del carcinoma de tipo papilar la edad suele ser inferior, entre los 30-50 años).
Asimismo, esta experta reconoce que otro factor de riesgo asociado al cáncer de tiroides es la exposición a radiaciones ionizantes, especialmente a edades tempranas. “Es el único factor ambiental demostrado que se relaciona con la aparición del cáncer de tiroides”, sostiene, y también resalta que se han publicado estudios que relacionan la obesidad con el cáncer diferenciado de tiroides de tipo papilar.
Desde la American Cancer Society apuntan también al yodo en la alimentación, ya que, según se ha demostrado, los cánceres foliculares de tiroides son más comunes en algunas áreas del mundo en las que la alimentación de las personas es baja en yodo. Por otro lado, eso sí, esta sociedad científica advierte de que una alimentación con mucho yodo puede aumentar el riesgo de cáncer de tiroides papilar.
Otro de los factores relacionados con el desarrollo de la enfermedad se ha asociado con varias afecciones hereditarias, como antecedente familiar, según esta entidad. “Aun así, la mayor parte de las personas que padecen cáncer de tiroides no presenta una afección hereditaria o un antecedente familiar de la enfermedad”, recalca, a la vez que incide en que el riesgo de cáncer de tiroides aumenta si la persona tiene un pariente de primer grado (madre, padre, hermana o hija) con cáncer de tiroides, incluso sin que haya un síndrome hereditario conocido en la familia.
Características
Como explica la doctora De Mingo, el cáncer diferenciado de tiroides no suele dar síntomas y generalmente se presenta como un nódulo tiroideo. Para su diagnóstico es necesaria una ecografía cervical y una biopsia con punción con aspiración con aguja fina (PAAF).
Concretamente, la mayor parte de casos detectados son tumores en estadios iniciales y microcarcinomas (tumores pequeños de menos de 1 centímetro) que se detectan, entre otros motivos, por la mejoría de la resolución de las pruebas diagnósticas actuales.
Por otro lado, el tratamiento es quirúrgico, estos nódulos se extirpan de forma total o parcial de la glándula, según sea la situación del paciente, y sólo en los casos en los que sea necesario se administrará a su vez tratamiento con radioyodo (I-131), encargado de eliminar los restos de tejido tiroideo (tanto sano como tumoral) que puedan quedar tras la cirugía. El objetivo: destruir posibles focos de carcinoma microscópicos y minimizar el riesgo de aparición de nuevos carcinomas.
“Además, la ablación de restos tiroideos con radioyodo favorece el seguimiento a través del marcador tumoral en plasma, llamado ‘tiroglobulina'”, afirma la doctora María Luisa de Mingo, quien considera igualmente que aquel paciente que vaya a ser sometido a este tratamiento debe conocer los aspectos prácticos del mismo.
“El mes previo a la administración deberá realizar una dieta baja en yodo y evitar cualquier medicación que contenga ese elemento. Deben evitarse las pruebas radiológicas con contrastes yodados (TAC), y si ya se han realizado, hay que retrasar el radioyodo varios meses. Se aconseja evitar el embarazo en el año posterior a la administración del radioyodo”, precisa.
Si la paciente estaba dando lactancia ésta debe suspenderse, debido a la eliminación del radioyodo a través de la leche materna, y durante el ingreso en Medicina Nuclear deberá mantener una ingesta hídrica adecuada.
La doctora de Mingo señala que se le facilitará al paciente zumo de limón con las comidas para favorecer la eliminación del radioyodo a través de la saliva y evitar el daño de las glándulas salivares. Por último, esta endocrino recalca que el radioyodo se elimina también por sudor y saliva, por lo que al alta no se deben compartir con otras personas ni vajilla, ni cubiertos, ni ropa, durante el tiempo que aconseje el Servicio de Medicina Nuclear.