El embarazo adolescente está fuertemente asociado a menores niveles educativos, por lo que la educación escolar, como mínimo a nivel de secundaria, juega un papel protector en esta problemática, aseveró una especialista.
“Al no tener un mejor nivel de escolaridad la niña se queda sin plan de vida, que es lo que espera de sí mismas a corto, mediano y largo plazo”, dijo la doctora Raffaela Schiavon Ermani, experta en salud sexual y reproductiva, tras participar en una conferencia desde la Ciudad de México.
Un mayor nivel educativo, de secundaria y más, retrasaría en dos años el inicio de la vida sexual activa y dos años y medio la llegada del primer hijo.
Además, aumenta diez veces el uso de anticoncepción en la primera relación sexual.
La especialista destacó que al no tener escolaridad se pierde una red social de protección que son los propios compañeros de la escuela, maestros, las redes que se construyen socialmente, y todo ello incide en que pueda darse un embarazo a una edad más temprana.
Pero aunado a la educación, convergen otros factores como el núcleo familiar, el lugar de residencia y, por supuesto, la condición socioeconómica en la que se desenvuelva la adolescente.
De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupa el primer lugar en embarazo en adolescentes entre los países de dicho organismo.
Mientras que según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018, 23 % de las y los adolescentes inician su vida sexual entre los 12 y los 19 años poco más de la tercera parte no utilizaron ningún método anticonceptivo en la primera relación sexual.
Según la misma encuesta, aproximadamente al año ocurren 340.000 nacimientos en mujeres menores de 19 años.
El problema, exaltó la especialista, es que se espera que, en promedio, esta tendencia se mantenga.
Schiavon dijo que entre 2013 y 2016 aumentó la tasa de embarazos en niñas y adolescentes de 12 a 14 años, la cual pasó de 3,2 nacimientos por cada 1.000 jóvenes a 3,55.
El embarazo adolescente, destacó la especialista, es un problema de salud, por ser “embarazo de alto riesgo”, que tiene consecuencias biomédicas y psicosociales.
Además de que conlleva un alto riesgo de morbilidad y de mortalidad y complicaciones en la madre y el bebé. Además de un alto riesgo a la salud emocional y mental de las adolescentes a corto, mediano y largo plazo.
La especialista estimó el embarazo adolescente altera el proyecto de vida de una mujer, su derecho a la educación, al desarrollo, al trabajo digno y a la igualdad de género.
También, dijo, se considera una violación a sus derechos sexuales y reproductivos por ser con frecuencia resultado de violencia y coerción sexual.
La consultora en salud reproductiva resaltó que más de la mitad de esos embarazo no son intencionados y esto se debe en gran medida no solo a la falta de información, sino a una necesidad no satisfecha de anticoncepción.
Es por ello que dijo que, para prevenir, se debe intervenir en diferentes causas, entre ellas garantizar el acceso a todos los niveles escolares con una educación sexual de calidad.
Del mismo modo, se debe asegurar la calidad técnica y humana de los servicios, capacitar y sensibilizar a los profesionales de la salud, remover barreras de acceso y generar espacios de atención amigables.
Asimismo, se debe asegurar la disponibilidad de acceso a la más amplia gama de métodos anticonceptivos “como el condón, los métodos hormonales, métodos de larga duración y la anticoncepción de emergencia”.
Explicó que los anticonceptivos de larga duración se usan poco en Latinoamérica, pero el uso de los mismos debería expandirse ya que son altamente efectivos y con grandes tasas de adherencia.