La “tragedia de los bienes comunes” es un concepto descrito por el ecólogo Garret Hardin en 1968. Describe la situación en la que los individuos, motivados por su interés personal, destruyen un recurso común y limitado aunque les perjudique, tanto a nivel personal como al de la sociedad a la que pertenecen. Este modelo ha sido aplicado a la destrucción de los recursos naturales del planeta. Hoy encaja a la perfección con el estado de agotamiento de los antibióticos al que nos enfrentamos.
Los antibióticos han sido, desde su descubrimiento, claves en el control de las enfermedades infecciosas y en el desarrollo de la cirugía y otros procedimientos médicos. Sin embargo, su existencia está muy amenazada por la creciente aparición de bacterias resistentes a estos fármacos.
Estas bacterias ocasionan infecciones difíciles o imposibles de tratar por la pérdida de efectividad de los antibióticos. Además, existe otra razón que hace que estas medicinas sean cada vez más escasas: las farmacéuticas no desarrollan nuevas moléculas, al considerar que no es rentable investigar en un recurso cuyo uso habrá que controlar.
La magnitud del problema es tal que amenaza los Objetivos de Desarrollo Sostenible que fueron propuestos por la ONU en la Agenda 2030. Su fin era transformar el mundo para proteger el medioambiente, eliminar la pobreza y hacer prosperar a toda la humanidad. Pero, ¿a qué objetivos afecta la resistencia a los antibióticos?
Mortalidad y pobreza
Las infecciones por bacterias resistentes producen un aumento importante de la mortalidad. En 2018 supusieron 33.000 muertes en Europa, y se calcula que para 2050 superen al cáncer en número de muertes.
Las consecuencias sobre la calidad de vida son muy importantes. Algunos estudios han calculado su representación en DALY (del inglés, disability-adjusted life years, número de años de vida perdidos por enfermedad, discapacidad o muerte prematura). Estos demuestran, además, que son mucho mayores en mujeres que en hombres (Objetivo 5: igualdad de género).
Hay que tener en cuenta que el aumento de la morbilidad y del sufrimiento humano implica estancias más largas en el hospital, más pruebas diagnósticas invasivas, ingreso en unidades de cuidados intensivos, ventilación mecánica y cirugías extra. Todo esto supone también un exceso en la utilización de recursos y costos añadidos, a los que hay que sumar el uso de antibióticos más caros, menos eficaces y más tóxicos (Objetivo 3: salud y bienestar).
El impacto económico que ocasionan las resistencias se considera ya un factor en las previsiones de pobreza de los países. Las infecciones por bacterias resistentes obligan al uso de antibióticos de segunda o tercera línea, de mayor precio. También ocasionan estancias hospitalarias más largas y un número mayor de procedimientos diagnósticos, que suponen entre 10 000 y 40 000 dólares más por paciente.
El Banco Mundial ha calculado el costo extra en cuidados de salud y productividad de las resistencias en Europa. Estas suponen cada año 1.500 millones de euros y, además, el impacto sobre el crecimiento económico provocará un aumento de la pobreza extrema en todo el mundo (Objetivo 1: fin de la pobreza; objetivo 8: trabajo decente y crecimiento económico; objetivo 10: reducción de desigualdades).
Contaminación medioambiental
El uso inapropiado de antibióticos en salud humana, tanto en el ámbito hospitalario como comunitario, es una de las causas que han ocasionado este problema. También su uso excesivo en ganadería y agricultura ha provocado un aumento importante de cepas resistentes que se están diseminando en el medio ambiente e incrementan el problema.
Hay que tener en cuenta que el 80 % de los antibióticos se consumen en el sector ganadero, donde también existen consecuencias económicas. La presencia de cepas resistentes genera pérdidas a las granjas, que reducen las ventas.
La contaminación del medioambiente también es importante. Se han encontrado aislamientos y genes de resistencia en suelos agrícolas y de ganadería, aguas de ríos y de mar (objetivo 6: agua limpia y saneamiento; objetivo 14: vida submarina; objetivo 15: vida de ecosistemas terrestres).
Está claro que nos estamos quedando sin antibióticos, por lo que su uso apropiado es prioritario. Solo así podremos conservar el mayor tiempo posible la eficacia de los que tenemos en la actualidad (objetivo 11: ciudades y comunidades sostenibles; objetivo 12: producción y consumo responsables).
Dado que la salud humana y animal están interconectadas, y que el medioambiente es clave en esta relación, para solucionar el problema se hace necesario actuar a todos los niveles, una perspectiva que recibe el nombre de One Health. Para lograrlo es fundamental implicar no solo a los gobiernos e instituciones, sino también a la ciudadanía (objetivo 17: alianzas para lograr los objetivos).
Lucía Gallego es profesora de Microbiología Médica de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
La “tragedia de los bienes comunes” es un concepto descrito por el ecólogo Garret Hardin en 1968. Describe la situación en la que los individuos, motivados por su interés personal, destruyen un recurso común y limitado aunque les perjudique, tanto a nivel personal como al de la sociedad a la que pertenecen. Este modelo ha sido aplicado a la destrucción de los recursos naturales del planeta. Hoy encaja a la perfección con el estado de agotamiento de los antibióticos al que nos enfrentamos.
Los antibióticos han sido, desde su descubrimiento, claves en el control de las enfermedades infecciosas y en el desarrollo de la cirugía y otros procedimientos médicos. Sin embargo, su existencia está muy amenazada por la creciente aparición de bacterias resistentes a estos fármacos.
Estas bacterias ocasionan infecciones difíciles o imposibles de tratar por la pérdida de efectividad de los antibióticos. Además, existe otra razón que hace que estas medicinas sean cada vez más escasas: las farmacéuticas no desarrollan nuevas moléculas, al considerar que no es rentable investigar en un recurso cuyo uso habrá que controlar.
La magnitud del problema es tal que amenaza los Objetivos de Desarrollo Sostenible que fueron propuestos por la ONU en la Agenda 2030. Su fin era transformar el mundo para proteger el medioambiente, eliminar la pobreza y hacer prosperar a toda la humanidad. Pero, ¿a qué objetivos afecta la resistencia a los antibióticos?
Mortalidad y pobreza
Las infecciones por bacterias resistentes producen un aumento importante de la mortalidad. En 2018 supusieron 33.000 muertes en Europa, y se calcula que para 2050 superen al cáncer en número de muertes.
Las consecuencias sobre la calidad de vida son muy importantes. Algunos estudios han calculado su representación en DALY (del inglés, disability-adjusted life years, número de años de vida perdidos por enfermedad, discapacidad o muerte prematura). Estos demuestran, además, que son mucho mayores en mujeres que en hombres (Objetivo 5: igualdad de género).
Hay que tener en cuenta que el aumento de la morbilidad y del sufrimiento humano implica estancias más largas en el hospital, más pruebas diagnósticas invasivas, ingreso en unidades de cuidados intensivos, ventilación mecánica y cirugías extra. Todo esto supone también un exceso en la utilización de recursos y costos añadidos, a los que hay que sumar el uso de antibióticos más caros, menos eficaces y más tóxicos (Objetivo 3: salud y bienestar).
El impacto económico que ocasionan las resistencias se considera ya un factor en las previsiones de pobreza de los países. Las infecciones por bacterias resistentes obligan al uso de antibióticos de segunda o tercera línea, de mayor precio. También ocasionan estancias hospitalarias más largas y un número mayor de procedimientos diagnósticos, que suponen entre 10 000 y 40 000 dólares más por paciente.
El Banco Mundial ha calculado el costo extra en cuidados de salud y productividad de las resistencias en Europa. Estas suponen cada año 1.500 millones de euros y, además, el impacto sobre el crecimiento económico provocará un aumento de la pobreza extrema en todo el mundo (Objetivo 1: fin de la pobreza; objetivo 8: trabajo decente y crecimiento económico; objetivo 10: reducción de desigualdades).
Contaminación medioambiental
El uso inapropiado de antibióticos en salud humana, tanto en el ámbito hospitalario como comunitario, es una de las causas que han ocasionado este problema. También su uso excesivo en ganadería y agricultura ha provocado un aumento importante de cepas resistentes que se están diseminando en el medio ambiente e incrementan el problema.
Hay que tener en cuenta que el 80 % de los antibióticos se consumen en el sector ganadero, donde también existen consecuencias económicas. La presencia de cepas resistentes genera pérdidas a las granjas, que reducen las ventas.
La contaminación del medioambiente también es importante. Se han encontrado aislamientos y genes de resistencia en suelos agrícolas y de ganadería, aguas de ríos y de mar (objetivo 6: agua limpia y saneamiento; objetivo 14: vida submarina; objetivo 15: vida de ecosistemas terrestres).
Está claro que nos estamos quedando sin antibióticos, por lo que su uso apropiado es prioritario. Solo así podremos conservar el mayor tiempo posible la eficacia de los que tenemos en la actualidad (objetivo 11: ciudades y comunidades sostenibles; objetivo 12: producción y consumo responsables).
Dado que la salud humana y animal están interconectadas, y que el medioambiente es clave en esta relación, para solucionar el problema se hace necesario actuar a todos los niveles, una perspectiva que recibe el nombre de One Health. Para lograrlo es fundamental implicar no solo a los gobiernos e instituciones, sino también a la ciudadanía (objetivo 17: alianzas para lograr los objetivos).
Lucía Gallego es profesora de Microbiología Médica de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.