Pareciera que el destino compensara a Emigdio Guevara por haberlo obligado a migrar con más de 60 años. Desde 2018 vive en Venezuela, sí, pero en la calle homónima de su tierra, en el barrio de Monserrat. En toda su vida, solo dos veces salió de su país. La primera fue en diciembre de 2016, cuando visitó a sus dos hijos -que ya vivían en Buenos Aires- e intentó radicarse en Argentina con su esposa, pero regresó a su terruño a los tres meses. La segunda vez que salió de Venezuela sí fue la definitiva: cuando asimiló que la crisis política y económica lo obligaba a emigrar.
“Vislumbramos muchas cosas fea en Venezuela, ya empezaba a verse hambre. Escaseaban los productos, los salarios no alcanzaban para nada. Había que hacer colas inmensas, interminable para adquirir un producto”, recordó.
Emigdio confesó que vendió todo lo que pudo para reunir capital y establecerse formalmente en otra nación. Dejó atrás muebles, enseres, libros, ropa, adornos y parte de su numerosa familia. Lo único que no puso a la venta fue su casa, una decisión que refleja la esperanza de poder regresar algún día.
Empacó consigo lo básico. Con Yamelis, su esposa que sufre de hernias lumbares y dorsales, viajó por tierra durante tres días hasta Brasil para tomar un avión que los trasladó hasta el aeropuerto internacional de Ezeiza. Llegó a Buenos Aires el 5 de agosto de 2018 a las 2:30 de la mañana. Las coincidencias lo persiguen, ese día cumplía 65 años.
Para la fecha en que el especialista petrolero se instaló formalmente en la nación de Eva Perón, la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) registró un total de 70.531 venezolanos radicados. Emigdio Guevara está por cumplir un año viviendo en el país, él ahora compone a los 154.679 criollos que la DNM reseña en sus cifras más actuales sobre la diáspora venezolana en tierra austral.
Emigdio es técnico mecánico diésel petrolero, trabajó más de 40 años en la industria petrolera venezolana. También es especialista en fracturamiento hidráulico de pozos petroleros, cuenta con capacitaciones de supervisión gerencial e implementación de procesos y procedimientos en equipos de alto rendimiento. Ahora, la ola migratoria lo obligó a reinventarse en un nuevo entorno.
Su experiencia no ha sido suficiente para conseguir un trabajo formal en el mercado laboral de Buenos Aires. Él es una persona que ha trabajado desde los 16 años porque no le gusta sentirse “como un mantenido”. Ese es un aspecto de su personalidad que no cambió, aunque fuera migrante.
En diálogo con Infobae compartió, entre risas, que las ganas de mantenerse ocupado y la necesidad de no depender de sus hijos lo motivaron a trabajar como delivery en Argentina, sin importar cuál era su experiencia en Venezuela… o su edad.
“No es fácil emigrar, no es fácil cuando eres obligado, no es fácil desprenderse. Es como, como que te jalaran por aquí parte del estómago, pero a la vez es muy emocionante, es muy hermoso conocer otra gente, otra cultura, otras ideologías, otros climas, y eso hay que aprovecharlo. Yo te digo: nunca en mi vida pensé que a la edad de 65 años yo iba a viajar fuera de mi país y menos obligado… porque de repente me dices que yo sueño con viajar de vacaciones, pero son de vacaciones, no obligado”, dijo.
Una bicicleta, un teléfono inteligente y un casco son sus principales instrumentos de trabajo. Entre las opciones que ofrece la aplicación de delivery, él puede escoger su propio horario y la cantidad de horas que puede destinar para trabajar. Comenzó en el oficio por sugerencia de su nuera: “¿Por qué no pruebas suerte en la app, viejo?”.
Desde hace tres meses se le puede ver con frecuencia por el barrio de Monserrat pedaleando, principalmente de noche, para entregar los pedidos que hacen los clientes. Tampoco es el único de su familia que se dedica este oficio. Su hijo menor, Daniel, dejó su empleo de 12 horas en un restaurante para trabajar tiempo completo en las aplicaciones de delivery.
Y, aunque tiene formación profesional, no se siente triste por pedalear por las calles porteñas. Lo motiva más.
“Honestamente me gusta, no es un trabajo que te está forzando (…) en delivery no te obligan en absoluto. Claro, hay sus altos y bajos como todo. Es una empresa que de repente quiere responsabilidad y también los delivery queremos responsabilidad de la empresa hacia nosotros, pero eso es como decimos en Venezuela: harina de otro costal”, afirmó.
Una encuesta de la organización Jubilados y Pensionados Argentino-Venezolanos precisa que 82,7 % de los adultos mayores venezolanos -que viven en Buenos Aires- no trabajan y que 56,9 % busca activamente un empleo en su área.
Emigdio no es el único que, a su edad, desempeña este oficio en “la ciudad de los tangos”. Hace tres meses llegó Jesús Morgado a Buenos Aires, un hombre de 67 años, que se ha viralizado también en la redes sociales por ser un adulto mayor que trabaja con una bicicleta.
“La mayoría son empleados en negro. Cuidamos personas mayores (siendo que nosotros también lo somos). Cuidamos nietos y a veces no les pagan a todos. Limpiamos casas”, afirma Adriana Sanoja, directora de Jubilados y Pensionados Argentino Venezolanos.
Pese a que la diáspora venezolana en el mundo se compone principalmente de personas entre los 20 y 50 años, la situación de los adultos mayores en otros países es una de las preocupaciones de la representación diplomática del gobierno interino de Juan Guaidó. Actualmente, la embajadora de Venezuela en Argentina, Elisa Trotta, ha sostenido reuniones con diferentes organismos argentinos y organizaciones internacionales para tratar de mejorar las condiciones de los migrantes venezolanos con más de 60 años de edad, radicados en suelo austral.
“Entendemos que la situación de los adultos mayores y de los jubilados venezolanos de la diáspora es caótica a nivel mundial porque el régimen usurpador no les ha transferido los haberes correspondientes a sus aportes. Es una población vulnerable que forma parte de nuestras preocupaciones. No hemos dejado de tocar las puertas y apoyar, en la medida de nuestras posibilidades. A pesar de no tener las herramientas para hacerlo, seguimos tratando de generar algún tipo de solución con los organismos argentinos u organizaciones internacionales”, comentó Trotta en diálogo con Infobae al ser consultada sobre el tema.
A Emigdio Guevara le dicen “viejo” sus otros compañeros de trabajo. Suelen encontrarse en las calles mientras hacen sus entregas o cuando llegan a un local a retirar un pedido. La mayoría de los repartidores de las principales aplicaciones de delivery son venezolanos entre los 20 y 45 que no han encontrado un trabajo formal.
Un estudio de la empresa Adecco Group puntualiza que: 6 de cada 10 migrantes venezolanos en Argentina no consigue trabajo estable; 7 de cada 10 trabaja en negro y casi la mitad (48%) vive con 15 mil pesos “o menos”. Por su parte, datos del Sistema de Admisión de Extranjeros (Sadex) revela que la mayoría de la comunidad migrante venezolana en Argentina son profesionales.
Ante esta realidad, Emigdio Guevara siempre tiene una palabra de aliento para compartir con sus connacionales: “Si me dicen: ‘mira yo soy graduado’, les digo ¡dele!, si es posible pónganse a estudiar. Busquen la manera cómo, porque la verdad no nos podemos quedar en el aparato. Esto (ser delivery) es bueno hasta cierto momento”.
Guevara vive en un apartamento con su esposa, sus dos hijos, su nuera y su único nieto. Todos son migrantes profesionales, pero no han podido insertarse en el mercado laboral porteño. Aunque está con su núcleo familiar más cercano, extraña a sus hermanos, sobrinos y primos que están algunos en Venezuela y otros radicados en Chile, Estados Unidos y Arabia Saudita.
No toma mate, pero sí le gusta la cultura de Argentina. Como una forma de mantener su esencia, continúa con sus tradiciones culinarias: el café en la mañana y en la tarde y la arepa con queso blanco en su dieta. No obstante, sus recuerdos son lo que mantiene vigente en su día a día.
El oficio que desempeña no le da un ingreso fijo para planificarse, pero le permite costear los gastos médicos de su esposa y encargarse de pagar las expensas del apartamento familiar. Además, comparte que de vez en cuando se da “un gustico” con “alguna comida” en la calle.
Emigdio Guevara es un delivery que refleja la resiliencia de la diáspora venezolana en cualquier parte del mundo. Su mantra diario es adaptarse y cambiar de paradigmas. Pese a que le gustaría retornar a su país, y sueña con reencontrarse con el mar y los ríos de su tierra, las condiciones políticas, económicas y sociales de Venezuela le impiden por ahora pensar en volver al país que lo vio nacer.
Antes de subirse una vez más a su bicicleta dice: “Hay que vivir ahora, el presente. Mañana no sabemos si lo vamos a ver. Y hay que devolverle a la Argentina todo lo que ella nos da”.
INFOBAE